jueves, 28 de diciembre de 2006

Otegui, un hombre de paz


Ocurrió una tórrida noche de julio de 1979 en una España que despertaba ilusionada a la democracia. Un diputado de pelo revuelto, nariz aguileña y mirada inteligente, que un año antes había participado en la redacción de la nueva Constitución, aparcó su mini rojo a las puertas de su casa, cerca del Retiro. Al bajarse del coche, dos individuos con pistolas se abalanzaron sobre él. Gabriel Cisneros echó a correr y de pronto se desplomó. Dice que no sintió dolor. Pero el charco de sangre a su alrededor corría ancho y espeso. Había recibido un tiro frío y seco por la espalda, que le atravesó el abdomen y le dejó dolorosas secuelas durante años. Y que continúan hasta el día de hoy. El juicio tuvo lugar en 1990. El testimonio inculpatorio de la etarra francesa Françoise Marhuenda no bastó para que el tribunal los condenara. Y sin embargo nadie, tampoco Cisneros, duda de que fueran culpables. Uno de ellos era Luis María Alkorta. El otro, Arnaldo Otegi, alias "El Gordo", el monstruo al que Zapatero ha llamado un "hombre de paz".

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